Mientras miles de barceloneses se ven expulsados de la ciudad por la subida de los precios de la vivienda, los trasteros están haciendo el mismo camino pero en sentido inverso, mudándose de la periferia al centro. El negocio de los espacios donde almacenar objetos está en auge en Barcelona, y cada vez son más las empresas que sitúan sus instalaciones en el interior de la gran ciudad, cuando tradicionalmente se hallaban en el extrarradio. Sus clientes ya no son otras corporaciones, sino particulares.
Según datos de la Asociación Española de Self Storage, en el 2016 había 44 centros de este tipo en la capital catalana.Dos años después hay 65. El crecimiento es del 48%. “En el centro urbano de Barcelona existe un boom”, reconoce el gerente de esta entidad, Carles Viladecans. Una tendencia al alza que se percibe en las urbes más pobladas y se explica precisamente por los cambios en el sector de la vivienda. “Los alquileres de los pisos en las grandes ciudades cada vez son más caros y se tiende a alquilar viviendas más pequeñas, pero las personas siguen necesitando espacio para almacenar sus cosas y por eso recurren al trastero”, argumenta Viladecans. “En países como Reino Unido nos doblan el ratio de metro cuadrado de trasteros por habitante, pero aquí no estamos mal, aunque tenemos camino por recorrer”, añade. España ocupa la tercera posición europea en centros de self storage, con un 10,6% del total.
El nuevo perfil de clientes son particulares que buscan una ‘habitación extra’
Con esta tendencia afloran las nuevas empresas en el sector. Una de ellas es OhMyBox, que nació en el 2013 y desde entonces crece a un ritmo del “100% anual”, según explica su cofundador, Nicolás Pérez. Su centro más reciente está situado en la calle Marina. “Nuestros usuarios necesitan algo como una habitación extra porque con la presión del alquiler las viviendas cada vez son más pequeñas”, relata.
Ropa de fuera de temporada, libros, juguetes, bicicletas… los efectos personales que se suelen guardar en un trastero son de lo más variopinto. También el tipo de usuario. “El cliente es heterogéneo”, explica Pérez. “En general nos nutrimos de los cambios, mientras haya movilidad residencial tendremos sentido”, matiza el directivo. “También nos ayuda un cierto sentimentalismo, hay personas que guardan los apuntes de la universidad porque les tienen cariño”, agrega poniendo un ejemplo. Los vasos comunicantes entre los trasteros y el sector de la vivienda tienen diferentes aristas: “Hemos tenido clientes que vacían su pisos durante el mes de agosto para poder alquilarlo a través de la plataforma Airbnb”, confiesa Pérez.
Hay otros elementos que explican este auge de los trasteros en las ciudades densas, que también se percibe en Madrid. “Nos favorecen factores culturales, vivimos en una sociedad cada vez más consumista en la cual cada día necesitamos guardar más cosas, algo que se ha acrecentado con el auge del comercio electrónico”, opina Pol Karaso, cofundador de Boxmotions, una firma emergente que tiene las dos grandes ciudades españolas como sus principales mercados.“Es un sector resiliente, las personas siempre necesitaremos espacio y estoy convencido de que esto irá a más en los próximos años”, certifica el emprendedor. “Este verano hemos tenido un pico de demanda muy importante, en parte por la tónica general del sector y también porque nos estamos dando a conocer”, resuelve.
Algunos usuarios vacían su piso en agosto para ofrecerlo a través de Airbnb
Tradicionalmente los trasteros estaban situados en el extrarradio de las urbes. Se buscaban grandes locales y los edificios se ubicaban en lugares con gran visibilidad. “Antes, el 30% de los clientes eran empresas que necesitaban un almacén extra o guardaban archivos, en las ciudades este porcentaje se reduce al 10%”, indica Nicolás Pérez. Así pues, existe un cambio en la tipología de usuarios. También en las necesidades. “Lo que más reclaman los particulares es proximidad. Quieren un sitio al que venir una vez por semana, pero no tener que desplazarse en exceso, por eso los trasteros cada vez son más céntricos”, resume el directivo de OhMyBox, firma que después de crecer en Barcelona busca otras “ciudades densas” donde poder extender su negocio.
Con acceso las 24 horas del día, los precios que ofertan este tipo de firmas se sitúan en torno a los 30 euros por m2. Los espacios se agrupan en instalaciones de cómo mínimo 700 m2, más pequeñas que las situadas a las afueras. “Los trasteros periféricos no han desaparecido ni mucho menos, lo que ocurre es que ha aparecido otro segmento de mercado distinto”, valoran desde la asociación española de este sector. En Boxmotions tienen otro concepto de la proximidad. Con un catálogo online donde se fotografía cada elemento guardado y que se gestiona a través de una aplicación para móviles, acercan lo que se demanda hasta el lugar de residencia de sus clientes.
1 comentario
Un comentarista de WordPress · 2 octubre, 2018 a las 10:23 am
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